jueves, 25 de febrero de 2010



En mis noches de locura, y cuando llevo algo de mentiras entre la boca y mi corazón, me suelto un poco el pelo y llevo, por lo general, los pañuelos de mi madre amarrados en el cuello.
La calle casi abandonada y nosotros dos en lo que queda del ovillo de luna. No me falles, que tengo ganas de decirte casi al oído que dejé la vergüenza en la casa, sólo traigo mis zapatos rojos y el amor alborotado.
No me digas que no, si yo sé que tienes algún sí escondido, entre el pudor y el orgullo, porque te conozco bien y te encanta que te lo pida.
No disimules la lengua, y yo me convierto en lo que quieras. Admito que cuando estoy contigo pierdo lo que me enseñaron de moral en la escuela y en la mesa. Prendo un cigarrillo y trato de mirar el suelo, para que el recato no se arranque más allá de la cuneta.
Yo te amo, y tengo ganas de contarte lo que podríamos hacer con un poco de invierno y buena onda... Porque yo te encuentro buena onda ¿Te lo había comentado? por eso es que te amo....
Creo que Buenos Aires no es nada comparado con este momento en esta ciudad, con sus lucesitas vertiginosas, y sus malos y buenos poemas de amor...
Espero no andes con algún trasnoche encima, y en vez de pedirme un tazón de café antes de llegar, detengas el ascensor de metal.... por suerte nadie lo toma a está hora... por suerte nadie quiere vernos pasado las 3 de la madrugada....

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